Como nació esta idea
Corría el año 1962. Para Salto se presentaba angustioso… El mal de los rastrojos azotaba a la población rural en ciertas zonas, particularmente a los obreros dedicados a la recolección del maíz y a sus familiares, que habitan en pequeñas viviendas construidas con la chala del cereal.
En la comisaría local, una preocupación especial intranquilizaba al oficial a cargo de la repartición. Llevada por un problema social de mi escuela, llegué justamente en el momento en que él regresaba del campo a donde se había trasladado por una denuncia recibida. El cuadro era desolador. Ocho niños, cuya madre había muerto pocos días antes de mal de los rastrojos y su padre se encontraba atacado de la misma enfermedad, estaban en una precaria vivienda, en medio de la zona de epidemia, sin ropas y sin alimentos, al cuidado de un matrimonio joven que se sentía impotente ante tanta desgracia.
El oficial solicitó mi ayuda; no era problema de mi escuela pero si de mi medio; no podía permanecer indiferente. ¿Dónde alojar a esos niños? Había que sacarlos de allí y ofrecerles ayuda. Pero, ¿dónde ubicarlos?...
Salto no contaba entonces con una casa para alojar varones. No obstante el problema se solucionó. Con la ayuda de la Liga de Madres parroquial, conseguimos que el señor intendente cediera una pequeña casa prefabricada, donde los niños se alojaron al cuidado de ese matrimonio e, inmediatamente, todo Salto se volcó en generosa ayuda. Este hecho, unido a la circunstancia de que por mi tarea social en la escuela visito hogares humildes, donde, por lo general, falta hasta lo más indispensable, hizo que comenzara a pensar en la realización de una obra de amparo a esos niños, los cuales fueron siempre motivo de mi mayor preocupación. Así fue como, partiendo del ámbito escolar y llevada por los problemas de todo tipo de esos pequeños, comprendí que mi ciudad necesitaba imperiosamente esa obra y que debía iniciarla sin pérdida de tiempo.
Preparé así un plan de trabajo que me permitiera organizar un hogar para niños, el cual debía hacerse desde mi escuela. El primer paso fue la creación del Club de Madres de la escuela Nº2, que abarcaba desde la copa de leche hasta las clases de folklore, pasando por las clases de costura y bordado, charlas a las madres, biblioteca, ropero escolar y control de películas para niños.
Con el apoyo de la Inspectora del distrito y la colaboración de otras escuelas urbanas y suburbanas, organicé los clubes de madres de las escuelas 6 y 3, que aún no tenían asistentes.
Por su parte los directores de otras escuelas formaron sus clubes, enviando representantes a una comisión central que sería la encargada finalmente de organizar el “Hogar del Niño”. Este fue el primer eslabón.
En todo momento encontré el más amplio apoyo de las madres, de las autoridades de las escuelas, de Inspección de Enseñanza y de la población que se mostró complacida, brindando su ayuda sin retaceos.
Este grupo, que en 1962 inició su tarea, estaba dispuesto a trabajar sin desmayos. Las dificultades no fueron pocas, pues no es fácil concretar una obra como la propuesta; sin embargo, cada uno con sus recursos y los que podían brindar sus escuelas y sus barrios, hicieron posible con su dedicación y entusiasmo, la realización de la misma. El primer paso fue conseguir un local adecuado a tal fin. Se propuso entonces gestionar ante Agua y Energía autorización para utilizar la antigua usina que se encontraba desocupada. Así se hizo y mientras se lograba este propósito, se realizaron rifas, colectas y festivales que permitieron recaudar fondos para la instalación de la casa. Estudiáronse los estatutos de la Institución y se tramitó la personería jurídica.
Al refaccionarse la casa, llegó el ansiado momento de empezar la obra asistencial. Propuse a la Comisión realizar una obra conjunta con la dirección de Psicología y Asistencia Social Escolar, ya que toda acción social de envergadura necesita la más amplia colaboración de autoridades y pueblo.
Ya estaban concretándose los Centros Asistenciales por parte de la Dirección General de Escuelas y como nuestra obra estaba encuadrada dentro de los cánones de dichos centros, se aprobó la creación de un Centro Asistencial en el “Hogar del Niño”.
Actualmente, ciento diez niños concurren al Hogar. En él reciben cariño, protección, alimentos, ropas, asistencia médica... Llegan por la mañana y, después de desayunar, realizan sus tareas escolares; más tarde, actividades manuales, folklóricas, educación física, ocupan sus horas, las mismas que antes pasaban solos o ambulando por las calles, mientras sus madres trabajaban. Luego de higienizarse, reciben el almuerzo. Las maestras vigilan y educan en todo momento... y luego, a la escuela, cada uno a la suya, felices después de haber pasado una mañana alegre y provechosa... y ya llegan los otros, los que fueron a las escuelas por la mañana, almuerzan y luego de un descanso, realizan las mismas tareas.
Las señoras de la Comisión preparan guardapolvos, vigilan las comidas, organizan rifas y festivales, se ocupan del ropero, solicitan donaciones a las grandes firmas comerciales. Además, pronto se pondrá en marcha la escuela para padres.
Esta obra se hizo posible merced a la amplia colaboración de autoridades municipales, provinciales y también nacionales, estas últimas en la concesión de la casa.
Mi agradecimiento y el de los niños a ellas, a las señoras de la Comisión, quienes tantas veces han dejado de lado sus propias obligaciones para trabajar en bien de la obra y al pueblo de Salto que en todo momento hace llegar su generoso apoyo.
A mis colegas, el deseo de que esta experiencia les sea útil y las anime a organizar esta hermosa realidad que son los Centros Asistenciales.
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