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Juan Moreira



Juan Moreira

En el año 1869, en Salto, suceden varios acontecimientos.

Se edifica la vieja Municipalidad, se inaugura la plaza de la Cruz, hoy Barrio "Las Malvinas", se obliga a los propietarios a tener letrinas en sus casas, se le otorga el permiso a la señora Baldomera Chanetón para continuar con el circo de gallos de riña, y nos visitan dos personajes: el obispo de Buenos Aires, Monseñor Mariano José Escalada y un gaucho que dice llamarse Juan Moreira, del cual les vamos a contar un poco de su paso por Salto.

Joaquín José Custuodio, nacido en el Barrio de Monserrat, al parecer en el año 1835, hijo de una correntina y un portugués, llega a Salto en el año 1869, cuando su poblado no era mayor de cuatro mil habitantes y dice llamarse Juan Moreira, nombre que le quedaba lindo al gaucho.

Decían que tenía 28 años, soltero, tez tirando para colorada y hoyosa, con el rastro dejando por la viruela, ojos pardos, pelo castaño, barba larga y poblado bigote, de estatura mas bien alta y grueso de espaldas.

Moreira era un gaucho muy conocido en diferentes pagos de la provincia de Buenos Aires, siempre se lo veía vestido de chiripá, poncho, sombrero de felpa, pañuelo de seda al cuello y calzaba botas de becerro...

Su caballo, al que consideraba su único amigo, un malacara de pelaje colorado, lucía recado con estribos de plata.

Era un gaucho andariego, recorría las pampas, algunas veces buscando boliches o taperas para ganarse la vida con el juego, habilidad nata desde siempre; y otras veces huyendo de los milicos por entreveros de juego, amores y política.

En la lucha entre nacionalistas y autonomistas, en sus pagos, defendía a muerte al doctor Marañón. Por la causa dejó en el camino algunos cadáveres de sus contrincantes políticos.

Al quedarse sin padrino político que lo defendiera, nuevamente cabalga las pampas y huyendo, llega a Salto.

Aquí se encuentra con un panorama desolador, habían fallecido el año anterior, más de quinientas personas por la epidemia de cólera. Igual decide quedarse en esos pagos y se hospeda en un rancho de la esquina, hoy Laprida y Reconquista. La propietaria era Rudecinda Zárate.

Hereda su hijo Félix, que en el año 1969 y teniendo casi ochenta años, nos contaba que, según su padre, Juan Moreira parecía un gaucho tranquilo, pero en los boliches siempre decía: "Vea amigo, gáneme la plata, pero no la "pacencia".

Don Eleto Urquiza, escritor, fundador de Los Toldos, que conoció a Moreira, escribió sobre él: "No era como lo pintaban, un tigre humano, siempre andaba bien vestido, muy serio, todo un caballero en su trato. Lo conocí bastante, porque estuvo quince días en mi posada, en el no noté ningún rastro de hombre criminal, lo único que lo delataba como un hombre de pelea era que siempre estaba armado hasta los dientes, tenía un cuchillo que lo llamaba caronero y un pequeño puñal para churrasquear.

Dormía afuera, en algún reparo, junto a la estaca donde estaba su caballo, siempre repetía que era lo único que le tenía confianza".

Frecuentaba en Salto diferentes bodegones, y el gaucho se venía comportando, entre amores y naipes, más o menos bien. Hasta que una noche en el boliche de don Baudilio González, ubicado en la esquina, hoy Buenos Aires y Suipacha, donde funcionó por años tienda "La Florida", volvió nuevamente a mostrar su furia gaucha. Sucedió que estaban jugando al Choclón, en una mesa de billar. De pronto en el medio de la discusión estalla en el pecho de Moreira una bola de billar, éste, no se sabe si en buena o mala ley, con una certera puñalada despacha al otro mundo al paisano Romero Rico.

Dicen que esta historia se mezcla un poco con la leyenda, que de inmediato salió y montó su caballo malacara, se llegó hasta la puerta de la comisaría, con sus gritos desafió a los milicos, dió aviso del crimen y tomó nuevos rumbos.

En su paso por Coronel Isleño, en la pulpería "La Colorada", en otro entrevero da muerte a un moreno. Así queda grabada en los memoriosos la historia de este gaucho en su paso por los pagos de Salto.

Tiempo después llega a Lobos cuando las aguas políticas ya se habían calmado, los guardianes del orden que lo venían persiguiendo, lo alcanzan en una tapia de la familia Pacheco y le dan muerte.




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