Anecdotas II.
Doña Casimira Fernández de García, muchos años después que, Pancho Sierra viviera en su casa de Rojas, cargada de edad se hallaba enferma. Su familia tenía un criado moreno, cuya principal misión era entonces ira buscar agua para Doña Casimira a lo de Sierra. Iba siempre a buscar a caballo usando dos "chifles", que tapaba con el cuero de oveja que cubría el recado, Estos "chifles" tenían tapas de madera unidas por un cordón. Un día al llegar a lo de Don Pancho éste le grito: "¡¡ No te bajes que has perdido las tapas de los chifles y si no las encontrás va a morir la enferma!!”
El moreno levantó el cuero de oveja, viendo con sorpresa que efectivamente era cierto que los "chifles" no tenían tapa.
Desanduvo el camino y no halló por ningún lado las tapas perdidas.
La enferma murió al día siguiente.
Conversaba Pancho Sierra aquel día con el señor Juan Manuel Montes, en "El Porvenir", serían las cuatro de la tarde. De pronto Sierra dice: "me traen un enfermo por el camino, pero ya es tarde, va a morir antes de llegar".
El señor Montes miró la huella que llegaba a la estancia y no vio a nadie en todo lo que abarcaba la vista.
Don Pancho le aclaro: "El coche, viene como a una legua". Siguieron la charla.
Rato después hacía su distante aparición un coche; viajaba en el mismo un hombre joven, acompañado de los padres. Doscientos metros antes de llegar una fuerte descompostura sacudió al paciente, detuvieron el coche en el camino para atenderlo y la mujer bajó corriendo hacia la casa de Don Pancho en busca de auxilio.
Sierra y Montes salieron a su encuentro, al tiempo que el primero le decía a la señora: "Es tarde; tu hijo a muerto". Así lo comprobaron al llegar los tres al vehículo: El joven había muerto! apenas bajo del coche la señora...
Un vivo de aquellos tiempos se reía de la gente que creía en Pancho Sierra, y aprovechando que un amigo iba a visitarlo a la Estancia "El Porvenir", lo acompaño y le propuso poner a prueba la capacidad de Sierra, haciéndose pasar el por enfermo y su amigo por simple acompañante o sea alrevés de lo que ocurría, para ver si Don Pancho sabía tanto.
Así lo hicieron, Pancho Sierra los atendió tranquilamente y le dio a cada uno un vaso con agua.
No habían hecho una legua en el viaje de regreso cuandondo el que había ido sano se sintió mal, presa de fuertes dolores pidiéndole al enfermo que lo llevara de vuelta a ver a Sierra. Este volvió a atenderlos con su habitual afabilidad, y dio nuevamente un vaso con agua al que ahora se sentía enfermo, limitándose a decir:
- " Tomá, Eso te pasa por hablar de lo que no sabes" poco minutos después se hallaba totalmente repuesto. Sanó también el que había estado enfermo. Ni uno ni otro le mintieron más a Pancho.
Recientemente tuvimos la oportunidad de encontrar en la ciudad de Rojas a una señora la cual nos pidió encarecidamente que no diéramos a conocer su nombre. La misma nos relato un milagro que, vivió en carne propia.
Su pequeño hijo era ciego, de nacimiento, visito la tumba de Pancho Sierra, teniendo la oportunidad de entrar a la bóveda donde descansan los restos del "maestro" y apoyó sobre el ataúd un pañuelo de su hijo.
De regreso a su casa, el mismo pañuelo lo colocó sobre los párpados del pequeño; y se realizó el milagro: Su hijo abandonó el mundo de las tinieblas.
Una señora muy rica, de origen austríaco, residente en la ciudad de La Plata, padeció durante varios años una afección gástrica que se torno incurable para los médicos, a pesar de que su situación económica le permitió hacerse observar por los mejores especialistas de Bs. As. y Montevideo.
Ya crónica, desahuciada, vino a Salto a curarse en la tumba de Pancho Sierra. Como no consiguiera la llave de la misma ni permiso para bajar a ella, esperó que una persona autorizada a penetrar en la tumba lo hiciera.
Le rogó entonces que pusiera una mano sobre el cajón de Pancho Sierra y con la otra le tocara a ella en el vientre. Crease o no, dicha señora es hoy una persona que goza de completa salud.
María Teresa Superno
Investigadora de campo