Buttice un arquero para el mundo - Historias del futbol de Salto|Saltonline

Hoy recordamos a Carlos Adolfo Buticce, quien fuera pupilo del Colegio San Martín en la época de Francisco “Conejo” Flores y tuviera una destacada trayectoria en el fútbol argentino. Principalmente en su paso por San Lorenzo, donde formó parte del equipo de “Los Matadores” campeón invicto del torneo Metropolitano de 1968 en donde recibió sólo 10 goles en 22 partidos.

Así lo recordaba Francisco Flores en un reportaje del periódico “El Centinela” del año 1989:




¿Del San Martín salió un gran arquero, verdad?

Sí señor, creo que yo lo “descubrí”, de forma accidental. Jugábamos un partido con el Nacional de Pergamino, vino el rector y profesores, entre ellos el Dr. Ruiz Moreno y después de finalizado el encuentro había organizado un asado de confraternidad.

El profesor de educación física que dirigía a nuestra muchachada era el profesor Rivas, un gran profesor, íbamos perdiendo 1 a 0, se lesiona el arquero de nuestro equipo y Rivas me pregunta a quién pone al arco. Yo le contesto a ese “wing” derecho que no ha tocado una pelota hasta ahora. Lo pone en el arco, ataja un penal, saca cualquier cantidad de pelotas y ganamos 2 a l. Ese “patadura” fue la revelación, después el tiempo me dio la razón, fue arquero de San Lorenzo y la Selección Nacional y se llama Carlos Buticce, un gran arquero y excelente persona.


A continuación una nota escrita por el periodista Osvaldo Ardizzone en la revista EL GRAFICO del 18 de junio de 1968

Batman también es arquero

Buticce no pensó nunca que iba a ser arquero. Y menos que esa actividad se iba a transformar en su medio de vida. En sus sueños infantiles no transitaba ni la pelota, ni el baldío, ni menos el ídolo invencible de los tres palos. “Yo no admiré ni imité a ningún arquero porque no iba ni siquiera a ver fútbol”.
Buticce quería ser médico, y lo quiere seguir siendo ahora. Pero más que todo eso quiso ser atleta. Desde muy pibe experimentaba la necesidad de entregarse al esfuerzo físico…La familia vivió siempre en Lomas de Zamora, pero cuando Carlitos terminó el sexto grado entró como pupilo en un colegio de Salto Argentino, en la provincia de Buenos Aires.
La gran amistad con Murphy, un pibe vecino del barrio, lo estimuló para seguir allá el curso secundario. Y junto con el estudiante, evolucionó el atleta. Practicó todo lo que estaba al alcance de sus músculos, ya naturalmente desarrollados. Fue nadador, basquetbolista, rugbier. Hizo grandes aparatos y al poco tiempo ya integraba el grupo selecto del colegio para intervenir en exhibiciones gimnásticas. El fútbol sólo lo atraía en la competencia del picado, pero jugando en cualquier puesto, jugando como lo hacen todos los pibes que, generalmente, no concluyen en nada serio.
A los 17 años el arquero ni contaba en sus proyectos. Hasta que un día ocurrió lo inesperado “¡Qué sé yo! Me cansé de jugar al medio y me fui al arco. Y las agarré todas. Volaba de palo a palo, iba arriba, abajo y eran todas mías. ¿Usted me pregunta si yo sabía algo de eso? Nada, nada. Era la intuición algo que me salía solo. Pero lo principal eran mis músculos, los grandes reflejos que yo tenía para todos los juegos. ¿Ve cómo estoy ahora? Así estaba antes, siempre al pelo”.

Y así empezó la fama entre sus compañeros. Se transformó bruscamente en el arquero insustituible. Pero no había potrero. No había baldío, no había club de barrio...Buticce es el caso más excepcional en la historia del fútbol...Como él mismo lo repite sonriendo: “Fui arquero de viejo”