CÓLERA EN SALTO

Comenzaba el año 1868 y una terrible desgracia, solo comparable con la invasión del año 1820, del General chileno Carrera, Yanquetruz y su indiada, vuelve a tener como escenario al desprotegido pueblito de Salto.

Transporte de enfermos (foto ilustrativa)

Mi Tío Abuelo y el Cólera en Salto


Extracto del libro del Dr. A. Montes

..."Mi tío abuelo, Juan Manuel Caparrós, una mañana se levanta con dolor de cabeza, se toma medio porrón de ginebra suponiendo que ya tenía el cólera encima, se acuesta a dormir. Al medio día uno de sus hijos lo ve inmovil en la cama, informa a los familiares y por la tarde comienzan con el velatorio. Le contó su tío que escuchaba a la media noche unos murmullos, intenta mover el dedo gorde del pié derecho, hace lo mismo con el izquierdo, mueve todos los dedos de sus manos, y se da cuenta que no está muerto, se levanta de su ataud, y pega un grito, !!!!!eeee Mujeres, que están haciendooo aquí, yo estoy vivooo¡¡¡¡, Las mujeres que estaban rezando salen espantadas y a los gritos al patio. Mi tío Caparrós no había muerto, solo tenía una gran borrachera. Mi abuela nos contó que después se tomó el resto de ginebra que había quedado en el porrón y durmió dos días seguidos".

Antonio A. Montes, hijo preclaro de Salto; tal vez quien haya aportado mas datos sobre la historia lugareña. Transcribo parte de su obra:

“…Después de todo esto, es justicia exponer la conducta d los profesionales que debieron arrastrar tan calamitosas circunstancias. Si hay un episodio ingrato en la vida de un médico, los es, acudir a un llamado de urgencia, con las manos vacías”.

Saberse impotente ante la necesidad imperiosa de aportar alivio al caído cualesquiera fuese su daño, clínico o quirúrgico, soportar desarmado el dramático ruego de salvación, el clamor del enfermo, a veces agonizante; la justificada exigencia de los familiares y no poder responder ni al propio reclamo de la conciencia profesional.

¡El trágico y desesperante!

Multiplicad, en este caso del cólera, los llamados, las exigencias perentorias de la presencia médica, repetidas de un lugar y de otro, llegar a un domicilio cualquiera, para enfrentarse con la terrible realidad de su incapacidad ante moribundos y muertos. Sin tiempo y sin posibilidades de hacer algo útil; conocer de antemano la inutilidad del esfuerzo y Flaquer anímicamente frente a la obligada exposición al contagio.

Tropezar en la calle, a cada instante, con cortejos fúnebres; y volver -si ello hubiera sido posible- a casa de sus clientes, de sus amigos y hasta de sus familiares, tan solo, para extender, con todo apuro, ¡un nuevo certificado de defunción!

Y esto, días y días consecutivos, a todas horas, ¡en cualquier instante!

Esa fue, sin contar el justificado agotamiento físico y moral, la infortunada y abrumadora tarea de esos abnegados profesionales, los doctores Menéndez y Lemos, durante ese infausto mes de enero, en el que, en un solo día, el 26, ¡hubo 38 defunciones!

"CARRITO CUALQUIERA"

Es justicia, también, tener presente que debieron afrontar tremenda responsabilidad ante el reclamo público, en cumplimiento de un deber imposible, y dar la cara al reclamo de las autoridades que no podían hacer otra cosa que solicitar las medidas aconsejables para amenguar, aunque mas no fuese, las posibilidades del terrible contagio.

Únicamente, los que somos médicos, ¡podemos apreciar lo que significa asistir al naufragio de nuestro propio prestigio!

Aquel “carrito cualquiera” para trasladar cadáveres, que ya no daba abasto, y la utilización de cueros de vaca secos para conducir a la rastra, es una demostración palpable de los arbitrios a que fue necesario recurrir para arrastrar las consecuencias de tan calamitosa situación.

¡Hoy, no podemos comprender la angustia dE aquel momento!

La medicina preventiva, las actuales condiciones higiénicas el conocimiento bacteriológico y la extensísima gama de recursos terapéuticos, nos alejan, hasta en el pensamiento, de la posibilidad de una situación semejante.

Por eso, es un deber, hacer un instante de intima reflexión y recogido silencio en medio de nuestras actividades, ¡en homenaje a los esforzados varones que afrontaron con todo patriotismo y desprendimiento la formidable lucha de aquellas trágicas horas!”.

DOCTORES ABRAHAM LEMOS Y JOAQUÍN MENÉNDEZ

Los doctores ABRAHAM LEMOS y JOAQUÍN MENÉNDEZ, elevan una nota al presidente de la Municipalidad D Juan J. Vedoya, en los siguientes términos:

“Los abajo firmado, Doctores en Medicina, ponen en conocimiento de Ud. que han observado varios casos que a su parecer puedan caracterizar a el cólera morbo asiático y creyendo de su deber dar parte a la Autoridad para que tome las medidas oportunas, lo hacen por la presente en el Salto a 4 de enero de 1868.

Dios guarde a Ud. muchos años

Abraham Lemos – Joaquín Menéndez.

LOS PRIMEROS CASOS

Los primeros casos fueron diagnosticados como disentería y colerín, pero fatalmente el día 5 ya los médicos tienen la certeza de que es ¡CÓLERA!

Es alarmante los estragos que produce la enfermedad y la impotencia de los facultativos y autoridades para combatirla.

Una nota pasada por el Dr. Lemos al presidente de la Municipalidad de fecha de 8 de enero, le recuerda que debe hacer quemar las basuras del otro lado el puente y además es de urgentenecesidad el habilitar “un carrito cualquiera” para trasladar los cadáveres a la “hoya grande”.

En la Plazoleta de la Cruz, cavada con urgencia, para tal fin. La nota dice textualmente:

“Salto 8 de enero de 1868

Señor presidente de la Municipalidad:

Habiendo notado que a a pesar de lo acordado en la sesión del lunes, de que las basuras debían ser arrojadas del otro lado del puente y quemadas allí, he notado que se queman al norte y casi entre las casas, de manera que todas aquellas reciben ese humo mefítico, me permito avisarle para que se ordene verificar lo acordado.

Al mismo tiempo, debo indicar que es de urgente necesidad el habilitar un carrito cualquiera para la traslación de los cadáveres al cementerio.

Dios guarda a V. Muchos años.

A. Lemos

D. COSME BINDA

Según la tradición, uno de los conductores del carrito era D. Cosme Binda (de profesión carrero), que estaba continuamente alcoholizado para evitar el contagio; además, y dejándonos llevar por la tradición, llevaba “el changador”, para ganar tiempo, junto a los muertos, los familiares moribundos.

Se había formado una Comisión de Salud Publica encargada de secundar a los facultativos en todo lo que pudiera brindar la Municipalidad. La integraban: Miguel del Frade, José Zaballa y José Amézaga.

Leemos una nota de fecha 7 de febrero:

“La Comisión de Salud Publica de San Pablo del Salto al Sor. Presidente de la Municipalidad Dn. Juan J. Vedoya.

Los infrasquitos cumpliendo con lo ordenado por Ud. adjuntan la estadística de mortalidad durante el mes de enero, con explicación de nombres, nacionalidad y edad, según los datos que se han podido recoger en atención a las circunstancias.

Con tal motivo saludan a Ud.

Miguel del Frade – José Zaballa – José Amézaga

Algunas familias pudientes huían al campo o a otras localidades, vecinas, para salvarse de la peste. El mayor contagio estaba en las comidas y bebidas contaminadas y el uso de utensilios en común con el enfermo; pero, ¡Qué sabían aquellas pobres gentes de contaminación, si hasta los médicos creían que el “humo mefítico” de los basurales quemados, era un vehículo de contagio! ¡Tal era el cuadro desolador e impotente!

La epidemia declina en el mes de marzo según informa el Dr. Joaquín Menéndez, en la siguiente nota:

“Señor Juez de Paz del Salto. Muy Sr. Mío:

Tengo el gusto de participar a Ud. la completa cesación del cólera morbo en esta localidad. Lo participo a Ud. para los efectos consiguiente.

Salto, 13 de marzo de 1868 – Joaquín Menéndez

¡Resultaron muertas 504 personas - En el mes de enero solamente hubo 305 defunciones! ¡Que tragedia para el pobre Salto!

Sigamos con los datos: el día 26 de enero hubo 38 defunciones. ¡Pobres abnegados médicos! Ya acudían a mitigar en algo el dolor del enfermo, casi siempre conociendo de antemano lo inútil de su esfuerzo; ya consolando a familiares y moribundos, ya extendiendo un certificado de defunción, ya volviendo a un llamado urgente y a extender nuevos certificados y exponiéndose en todo momento al contagio.

Dr. JOAQUÍN MENÉNDEZ

El Dr. Joaquín Menéndez, nació en la Villa Samper de Calanda, en la provincia de Teruel (España) el 3 de marzo de 1844.

A los 21 años se recibió de doctor en Medicina y Cirugía en Barcelona y luego revalido su titulo en la Universidad de Bs. As.

Resolvió entonces alejarse del bullicio de las grandes ciudades, estableciéndose en ese pueblo, en el preciso momento del cólera, estuvo aquí por espacio de tres años. El 12 de setiembre de 1868, el Ministerio de Gobierno da respuesta la nota pasada por la Municipalidad del 18 de agosto, en que solicita el pago de los honorarios que cobra el Dr. Joaquín Menéndez, por los servicios profesionales prestados durante la Epidemia en este Partido. El Gobierno por resolución de esa fecha ha dispuesto se le abone la suma de quince mil peos m/n. El de diciembre de 1869 es bautizo Victoriano, hijo legitimo del Dr. Menéndez y de doña Catalina F. Fernández Blanco, dama de distinguida familia, hija de Don Máximo Fernández Blanco. Firma el acta el Cura Vicario Luis Solá. En 1870, integra la Comisión Directiva del Nuevo Templo. En 1871 eleva su renuncia al cargo de vicepresidente interino, por tener que ausentarse “al Pergamino”.

Aquí empieza su fecunda labor, como médico o vecino, donde su nombre no era desconocido, pues se sabía todo el bien que había hecho por el pueblo de Salto, en horas tan difíciles. Puso todo su entusiasmo y energía en el adelanto y prosperidad del que ya consideraba su pueblo y del que llegara a ser su hijo dilecto. Contribuyó siempre con su palabra autorizada y con su criterio lucidísimo y bondadoso, a dirimir cualquier cuestión y sea en el orden político o social. Todas las iniciativas eran encabezadas por él y en diferente época fue elegido para ocupar cargos destacados en la Municipalidad, en la Sociedad Española, director del Banco de la Provincia, de la Nación, fundador del Asilo de Jesús, integro la Comisión para la fundación de la Biblioteca Popular en 1872. Perteneció en política al Partido Autonomista Nacional. Tuvo una actuación destacada en el Hospital San José, inaugurado por el y q bien puede decirse había dedicado todas sus energías y desvelo había llegado a hacer du su profesión un apostolado. Su nombre corría de pueblo en pueblo, de todas partes acudían a él en busca de salud y amor: el Dr. Menéndez nunca los rechazó.

BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL DR. MENÉNDEZ

En sus horas libres dedicaba al estudio y poseía una biblioteca de suma importancia, donde no solamente había libros de medicina sino de otras ciencias y literatura. A su muerte, sus herederos la donaron a la Municipalidad y esta fue la base de la “Biblioteca Pública Municipal Dr. Menéndez”. Fallece en Pergamino el 19 de abril de 1899. La Sociedad Española de salto designa para representarla en el acto del entierro, al Presbítero José Carlés, al Dr. Bernardino Esperanza y D. Gabino Brena. A pocos años de su fallecimiento, la Municipalidad de Pergamino, lanza la idea de la creación de monumento el que fue costeado por suscripción popular. La obra fue idea del sr. Esteban Trincavelli y el busto que la corona del sr. Torcuato Tasso. Fue erigido en el cementerio de Pergamino el 1º de agosto de 1903. El pueblo todo le rindió nuevamente el más justo de los homenajes a este varón que todo lo dio y nada pidió.

Pergamino al Dr. Joaquín Menéndez

Al retirarse a Pergamino, el pueblo de Salto, agradeció su abnegada y desinteresada labor humanitaria, otorgándole un pergamino recordatorio y una medalla de oro. El original de este pergamino se encuentra enmarcado en la dirección de la Biblioteca Municipal “Dr. Joaquín Menéndez” de la ciudad de Pergamino.

EL PUEBLO DEL SALTO

REPUBLICA ARGENTINA

AL DOCTOR EN MEDICINA JOAQUIN MENENDEZ

En testimonio de gratitud y simpatía por los servicios filantrópicos que le presto durante la epidemia del cólera, le dedica una medalla con las siguientes inscripciones:

En el anverso: El Pueblo del Salto, al infatigable Dr. Joaquín Menéndez.

En el reveso: Durante el cólera en el año 1868

Salto, Setiembre de 1868

Firman el pergamino:

G. Berdier-N. Agote – José Zaballa – José M. Corvalán – Natalio Chanetón – Ludelino Cruz – H. Airala – J. Sierra – C. Cadelago – J. García – M Blanco – C Dufourt - Día – L Melián – P . P. Uzal -M. Delfrade – M. Arce – J. Portela -J. Ramírez -Marichalar – B. Grigera -J. Bedoya – R. Alvarez – Aranz -H. Chanetón – F. Dalaisón – A. Quintana – B. Saenz – S. Cadelago – J. Berdier -Cnel Sanabria – D. Barrutti – H. G. Berdier -F. Sierra -y otros más de ilegible lectura.


Fuentes de información:
“San Vicente de Paul, El Hospital" de Nobelda N. Abril de Ciafardini.
Libro “Salto, Un Pueblo con Historia” 
Archivo particular | Sr. Enrique Scagnetti

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