"JOSÉ APOLINARIO PALACIOS"

INTRODUCIÓN

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AMSQ

“Yo soy del 80, nacido acá, en el partido del Salto en la Estancia El Rincón, que en ese tiempo era de don Diego Barbozo, y don Diego Barbozo se la vendió a Marcelino Ugarte, aquel que fue gobernador de la provincia de Buenos Aires dos o tres veces…"

DON PANCHO SIERRA

A Pancho Sierra lo conocí cuando yo tenía 10 o 11 años, en 1891, yo fui allá a la estancita que tenia del otro lado de Rojas, que’ta de Rojas como quien sale para Pergamino una legua, y ahí hay un almacén que le dicen “La Rojera”, de “La Rojera” asi como p’al lao del noreste, como a legua y media, ahí está la estancita de Pancho Sierra….”El Porvenir”…Después, como a los veinte años , volví a ir, qu’estaba un amigo mío de capataz, pero ya no era de Pancho Sierra, era de un tal Varela…Fui allá porque Mariano Luiñes, qu’era de Chacabuco, estaba de capataz allá. Yo le tenía domando un caballo tordillo, y él un zaino a mi…Como yo me venía de Roberto Cano, donde habia estado con Martínez Zabala, me fui a llevarle el caballo y a traerme el mío…El pozo estaba igual nomás…

Don Pancho tenía un consultorio chiquito, comode aquí, ves, a la pare…quizás menos…Un mostradorcito chiquito como la mesa, y había tres copas arriba del mostrador: una copa color amarillito, la otra natural y la otra borra de vino, y una botella de litro con agua… ¿El remedio que daba sabe lo que era? Le llenaba esa copa y tenía que tomar tres tragos de agua en nombre de Dios, de la Virgen y del Espíritu Santo, y lo hacía rezar tres Credos, tres Ave María y tres Padre Nuestro… ¿Ese era el remedio que daba! …Yo hasta ahora tomo el agua en nombre de Dios, la Virgen y el espíritu de Pancho Sierra…Yo no sé si me conservo tan bien a causa del agua…Todas las mañanas mi señora me lleva un vaso de agua recién tirada…En nombre de Dios, digo yo, y la Virgen María Santísima, que me sane de estas dolencias… ¿pero que me va a sanar si ya quedamos como mancarrones viejos! Y no hay remedio que nos valga..

Cuando fui, de chiquito, yo fui con mi madre, mi tío y mi abuela, loa madre de mi madre. Salimos de aqui, de San Ricardo, como a las dos de la mañana. Fuimos a comer a Rojas y de ahiá nos dijeron como ir, Pa’dar hospitalidá tenían dos carretas, de esas de bueyes. Una era toldada y la otra era un castillo…El castillo es abierto arriba, y el toldado tapado por arriba, por delante y por todos laos. Les había sacado las ruedas y las había puesto a la par a las dos, sobre el suelo. Ahí dormían los que se quedaban.

EL POZO

El pozo estaba cerquita del consultorio. No tenía brocal, ta’ba con alambre…de ahí sacaba agua, y creo que todavía está el pozo, según me han dicho…Once años tenía cuando lo vi. Yo estaba enfermo del estómago, volvía todo, no paraba nada en el estómago, nada. Estaba el cuero y los güesos, nomás. Y de entrada nos atendió…Yo me había parado y me había puesto al lao e’la puerta…así estaba y cuando salió él. Un hombre bajo era, igual como esta en el retrato. No se reía ni por joda. Y lo que saludó le dice a mi madre: ¿Y éste, che? ¿Este? Este es hijo mio don Pancho. ¿Qué tiene? Esto y l’otro, le dice mi madre. ¿Este va a ser un animal, un bestia!, dijo él, y yo creo que no se equivocó.

Yo en ese tiempo sabia el rezo, porque los viejos de antes nos enseñaban a rezar. A rezar después de comer. La bendición, tata. A la noche lo mismo. Después de cenar. ¿a rezar! La finada mi mama me decía: ¡a rezar hij’una gran puta! Después yo no me acuerdo cuando murió…Está en la bóveda. Era de Salto el finao. Me parece que la madre era Raimunda Ullúa…y él tuvo un dijusto de noviazgo, no se que cosa y se mando a mudar, dejo los estudios y se fue”.

Fuente: Recopilado por Jorge B. Rivera y publicado en la revista Crisis 28, de 1975.