El Guardavalla - Historias del futbol de Salto | Notas Saltonline

En un fascículo llamado “Cuentos Lugareños”, en el que aclara que los mismos surgen de su imaginación aunque, en parte, tengan nombres, fechas o hechos de la vida real; Roberto J. R. Adami publicó este relato relacionado con el fútbol de Salto, del cual extraemos una síntesis.



Por allá, cuando ya se contaban 1955 años de la era Cristiana, un buen día, aparece en nuestro Salto, un morochito que, a lo sumo, contaría con 21 años de edad. Casi nadie lo conocía y ni sabían de donde era. Se decía que lo habían traído los hermanos García de Berdier, porque éstos sabían traer algunos jugadores procedentes del Gran Buenos Aires.
El caso fue que este morocho vino a dar al Club “Alumni”, quizás por ser el club más humilde, más accesible. En aquel entonces, el Club tenía la sede social en las calles Avellaneda y Moreno (justamente en el lugar donde antiguamente funcionó un colegio de enseñanza elemental, cabe destacar que ahí dictó clases el Maestro y extraordinario poeta, don Pedro B. Palacios, Almafuerte).
En ese tiempo el club estaba en su apogeo, por haber tenido la suerte de crecer con un núcleo de gente muy importante de nuestro medio social ya que más de la mitad de los socios y fundadores del Club San Martín, por desavenencias internas, se desafiliaron de éste y se asociaron al Club Alumni. Ente ellos estaba “El Flaco”, que era el director técnico.
Este morochito, llamado Colazo, comenzó haciendo alarde de ser muy buen futbolista, y se comenzó a entender con “El Flaco”. Cabe destacar que éste, habiendo ya asumido la responsabilidad de dirigir el cuadro de primera división, y como el morocho Colazo andaba con problemas económicos, lo bancaba.
Después de las primeras pruebas que le tomaron a Colazo, “El Flaco” saltaba de contento, además cuando se encontraba en un estado de ánimo así, tenía la costumbre de refregarse las manos y decía: “¡Tengo un tapado!...¡Ya van a ver ustedes…Es un fuera de serie!”
La verdad que no exageraba, porque Colazo fue el mejor “guardavalla” de esa época en nuestro medio futbolístico de Salto, y en la zona de la Provincia de Buenos Aires no se conocía otro igual. Quedó plenamente demostrado para la historia que, como Colazo, ninguno; tenía las mejores condiciones y no le faltaban recursos, era un verdadero profesional.
Era físicamente, medio petiso, de color borravino y le gustaba el “escabio”, cuanto más “escabio”, mejor atajaba. ¡No veía los riesgos y como veía la pelota! A veces, la sociedad no perdona que un individuo tenga un vicio como éste (aclaro que no era un perdido o un mal educado, se sabía comportar muy bien). Era tan buen arquero que los comentarios que se hacían en torno a él, a veces resultaban exagerados y también se exageraba su vicio.
El Guardavalla
Existe una famosa anécdota que llegó a hacerse tan popular, que no se registra otra en los anales del fútbol Saltense. Alumni debía jugar como visitante y Sports como local, éste último con empatar ese día, ya resultaba campeón de la temporada.
Antes de llevarse a cabo el encuentro, Colazo nos dice, asegurando, que Él le iba a ganar a Sports, y así resultó al final.
Ya iniciado el partido, en el primer tiempo, con el viento a favor, Colazo, aparte de atajar como los dioses, shoteaba una barbaridad, cada vez que tomaba la pelota la pateaba con tanta potencia, que el balón llegaba cerca del arco adversario. Y así, Alumni convierte el primer gol, que fue el único tanto de la tarde, complicándole la situación a Sports.
Aunque Sports arremetió con todo, a Colazo no lo pudieron “agujerear”; ese día este arquero estaba invulnerable. Jamás, en Salto, se había visto semejante espectáculo. Tranquilamente a Colazo se lo podía llamar “El Pibe de Oro”, el club Alumni jamás en su historia tuvo un jugador como Colazo.
En el bar de la sede social, a veces, jugábamos con Él a las cartas, por ejemplo al “tute cabrero” o a la “loba”, y siempre pugnábamos por saber de su vida; porque lo único que sabíamos era que había caído en Salto, como “peludo de regalo”.
Existían versiones que decían que, cuando los militares en el año 1955, habían dado un golpe de estado, deponiendo al gobierno constitucional, algunos soldados habían desertado del Ejército. Y, según contaban algunos, un superior del negro Colazo, le habría dicho “¿Vos que estás haciendo aquí?...Tomátelas”. Cuantas veces lo cargábamos con eso de “tomátelas”. Pero el negro ni se inmutaba.
Al año siguiente, cuando ya se habían calmado los ánimos del país, le decíamos al Negro: “Andá, presentate y contale tu situación”, Pero nos contestaba, lo más fresco, que no, porque tenía miedo que lo fusilaran. Lo decía muerto de risa.

Al final, nunca supimos si nosotros lo cargábamos a Él o Él a nosotros...